Domingo González Peperovich continuaba su viaje a la comisaría de Brandsen, cansado pero con ánimo.
A unos cientos de metros la Avenida Yrigoyen partía una pared de tierra por donde supo pasar el ferrocarril, Domingo recordó el allí emplazado, y bautizado por sus vecinos “Puente Pajarito”. Que cambiado estaba todo, que pocos éramos en esos tiempos en la zona, aventureros o simples tipos con menos opciones, pero allí estábamos, y desde lo que fue un hermoso pueblito ahora construimos una linda ciudad.
La trocha… seguía recordando Domingo. El cañaveral de sus laderas, y las aventuras de la niñez con un marco ideal para las fantasías de nuestras mentes infantiles. Siempre es agradable recordar la niñez, porque es allí donde nos vemos a nosotros mismos puros, inocentes. Estacionó frente al registro civil de Guernica, quiso pasar a saludar a Marta, entrañable amiga de la familia y excepcional mujer. Como sus recuerdos aún se disparaban uno tras otro recordándose niño no recordó la actualidad, Marta había sido trasladada y ya no trabajaba en esa oficina, pero bueno, aprovechó la parada para cambiar la música. Quiso poner un disco compacto de Adriana Varela, pero el reproductor de su Fiat Duna le recordó que ya contaba con demasiados años a su servicio, y se rehusó a reproducirlo, dando como única excusa un simple texto en su visor que rezaba “dsc err”. Se resignó a la radio y retomó el camino. Tras unas breves palabras de Víctor Hugo se dio paso a la música. Ah! Casualidad que le llaman, Juan Carlos Baglietto comenzaba a entonar una de sus más recordadas canciones cuando divisó a un grupo de personas a la vera de la Avenida, y a la altura de lo antes se conocía como Puente Pajarito.
Como buen funcionario público que era se acercó a ver qué ocurría, y se interiorizó sobre lo que a los vecinos manifestantes los motivaba a estar allí. El circo que se había instalado contaba con animales en paupérrimas condiciones, solo bastó con que Pepe girara levemente la cabeza para ver las instalaciones del circo y las sucias jaulas donde encerraban a los leones.
Desde la ventanilla baja de su Fiat se escuchaba a Juan Carlos cantar las palabras del buen Chico Navarro: “No sé si es el encierro, no sé si es la comida, o el tiempo que ya llevo en esta vida”.
Mientras charlaba con los vecinos una mano cobarde arrojó una piedra, aún sin salir de su estupor vio como un robusto hombre golpeaba a una mujer para luego correr a esconderse cual rata en las instalaciones del circo. Y Baglieto justo esgrimió desde el stereo: “al no poder mandar a quien quisieran descargan su poder sobre las fieras”
Domingo, como fiscal tenía diálogo fluido con algunos responsables de la administración municipal, fue entonces que sintió la obligación moral de intervenir, y con todo respeto planteó la situación.
Esperamos una solución. ¿Nos responderán?
A unos cientos de metros la Avenida Yrigoyen partía una pared de tierra por donde supo pasar el ferrocarril, Domingo recordó el allí emplazado, y bautizado por sus vecinos “Puente Pajarito”. Que cambiado estaba todo, que pocos éramos en esos tiempos en la zona, aventureros o simples tipos con menos opciones, pero allí estábamos, y desde lo que fue un hermoso pueblito ahora construimos una linda ciudad.
La trocha… seguía recordando Domingo. El cañaveral de sus laderas, y las aventuras de la niñez con un marco ideal para las fantasías de nuestras mentes infantiles. Siempre es agradable recordar la niñez, porque es allí donde nos vemos a nosotros mismos puros, inocentes. Estacionó frente al registro civil de Guernica, quiso pasar a saludar a Marta, entrañable amiga de la familia y excepcional mujer. Como sus recuerdos aún se disparaban uno tras otro recordándose niño no recordó la actualidad, Marta había sido trasladada y ya no trabajaba en esa oficina, pero bueno, aprovechó la parada para cambiar la música. Quiso poner un disco compacto de Adriana Varela, pero el reproductor de su Fiat Duna le recordó que ya contaba con demasiados años a su servicio, y se rehusó a reproducirlo, dando como única excusa un simple texto en su visor que rezaba “dsc err”. Se resignó a la radio y retomó el camino. Tras unas breves palabras de Víctor Hugo se dio paso a la música. Ah! Casualidad que le llaman, Juan Carlos Baglietto comenzaba a entonar una de sus más recordadas canciones cuando divisó a un grupo de personas a la vera de la Avenida, y a la altura de lo antes se conocía como Puente Pajarito.
Como buen funcionario público que era se acercó a ver qué ocurría, y se interiorizó sobre lo que a los vecinos manifestantes los motivaba a estar allí. El circo que se había instalado contaba con animales en paupérrimas condiciones, solo bastó con que Pepe girara levemente la cabeza para ver las instalaciones del circo y las sucias jaulas donde encerraban a los leones.
Desde la ventanilla baja de su Fiat se escuchaba a Juan Carlos cantar las palabras del buen Chico Navarro: “No sé si es el encierro, no sé si es la comida, o el tiempo que ya llevo en esta vida”.
Mientras charlaba con los vecinos una mano cobarde arrojó una piedra, aún sin salir de su estupor vio como un robusto hombre golpeaba a una mujer para luego correr a esconderse cual rata en las instalaciones del circo. Y Baglieto justo esgrimió desde el stereo: “al no poder mandar a quien quisieran descargan su poder sobre las fieras”
Domingo, como fiscal tenía diálogo fluido con algunos responsables de la administración municipal, fue entonces que sintió la obligación moral de intervenir, y con todo respeto planteó la situación.
Esperamos una solución. ¿Nos responderán?
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